Todo es frío,
el andén donde apagué los sueños,
los vientres vacíos,
los ojos donde anida
el chapapote del deseo,
la huida de la luz
hacia las calles altas
y tus pechos callados,
donde alguna vez
descansó ilusionada
mi ilusión
conviviendo con tu camino
en la desdicha.
Y en mi viaje
hacia el fondo del abismo,
me apeé en la estación
perdida de recuerdo,
y no encontré mi boca
entre tus piernas,
teniendo que alquilar
un estomago nuevo
con paredes blancas,
donde pegar tu foto
y tu palabra.
Tuve que levantar la luna
para escuchar tu sonrisa en espera,
mirar al fondo del espejo
para mezclar mis canas y tus besos
y, al tocar las sábanas blancas y baldías,
vi por primera vez que tú no estabas
y sentí la negra desazón que me provoca
el ver que ya te has ido,
dejándome una estela de recuerdos
con el gusto a la hiel en el bolsillo,
donde guardo corduras de un tiempo sin espera
y que tengo presuntamente retenido.